Debe haber sido a inicios de
los años ochenta en que, siendo todavía niño, descubrí la canción Autumn Leaves
en la versión grabada por el inmortal Nat ‘King’ Cole. Como ya se puede
advertir, mientras los demás niños y luego adolescentes de mi entorno jugaban
con la pelota o escuchaban a Los Violadores, yo prefería meterme de lleno en mi
viejo tocadiscos Grundig a intentar descubrir los secretos de esa música
maravillosa que atrapaba mis sentidos.
Y sin saberlo, había descubierto una joya absoluta del
repertorio musical más complejo, entre el jazz, la canción. En particular, la
versión de Cole que hizo historia. Sepamos algo más sobre este título, entre el
cine, la música de elevada sensibilidad e incluso el latin jazz.
“Les feuilles mortes” es en
realidad una canción originalmente húngara, compuesta en 1945 por los maestros
Jacques Prévert (letra) y Joseph Kosma
(música) para la película “Les Portes De La Nuit” de 1946, escrita por el mismo
maestro Prévert. La cinta se enmarca en lo que se conoce como realismo poético
francés, género sobre el que se basa el movimiento del cine negro americano,
del que Prévert y el director Marcel Carné eran absolutos tributarios.
Por su parte, la canción ha sido versionada por muchísimos cantantes,
franceses al comienzo, y de habla inglesa posteriormente. La melodía del coro
se convirtió en la década del 60 en un estándar casi obligado de jazz entre los
grandes maestros, quienes desde sus perspectivas quisieron darle su propio
estilo.
Al escuchar la primera versión, que hizo el inmortal Yves Montand para
la película mencionada, pero grabada recién en 1952 en el álbum “Yves Montand
Chante …”, se puede advertir una sensación de desasosiego en el alma, es una
letra sencilla pero desgarradora.
La historia que cuenta no es nueva, es la clásica estampa de aquel que
recuerda con profunda inexistencia una época de felicidad de pareja que se
esfumó, como el agua o la arena entre las manos, como las hojas muertas que
caen en el otoño y son llevadas por el viento. La pérdida no es la de la muerte
sino la del desamor, del olvido natural, la sencilla levedad del sentimiento
humano.
Así como era ya un éxito en la década del 50, fue tomada como tema
principal de la película “Autumn Leaves” de 1956, dirigida por Robert Aldrich y
que protagonizó la experimentada Joan Crawford. En la cinta que también
protagoniza Cliff Robertson una mujer de mediana edad se enamora contra toda
previsión de un joven mucho menor y vive una corta felicidad para luego
descubrir que sufría de alteraciones mentales.
El dominio técnico de la Crawford le permitió prácticamente llevar sobre
sus hombros al elenco entero, compuesto en la línea secundaria por Vera Miles y
un muy joven Lorne Greene. Según se sabe, los guionistas habían considerado en
un primer momento el nombre de “The Way We Are” para la cinta producida por la
Columbia, pero tal fue la similitud que encontraron entre el argumento del film
y la letra en inglés que había compuesto Johnny Mercer, copropietario del sello
Capitol, para Jo Stafford en 1949 y que Nat ‘King’ Cole grabó en 1953 que le
cambiaron el nombre de inmediato.
La versión de Nat ‘King’ Cole fue incluida en el álbum “Sings For Two In
Love”, para el sello Capitol, primero en 1953 en la versión LP de 10” y en 1955
en la versión LP de 12”. Los arreglos y conducción de la orquesta son del
maestro Nelson Riddle, un músico increíble conocido por ser el mágico hacedor
de éxitos para la Capitol en las voces de Frank Sinatra, Judy Garland o Dean
Martin. Y ha sido esta versión la inmortalizada hasta nuestros días.
No fue sino hasta 1957 en que se hizo versiones instrumentales del tema,
convirtiéndolo casi al instante en lo que se conoce como un estándar del jazz,
una pieza clásica que todo músico que se respete debe incluir en su repertorio
para dejar su huella personal sobre la melodía original. Hubo versiones de
Coleman Hawkins, Dizzy Gillespie y Duke Ellington. Esta última, aparecida en el
álbum “Indigos” de 1957, es lenta y arrolladora por antonomasia, cantada en
francés, rescatando la esencia original, e incluye el desgarrador violín de Ray
Nance, lo que le da ese carácter propio a la canción.
Al año siguiente aparece la versión de Cannonball Adderley en el disco
“Somethin’ Else”, en lo que es quizás la más conocida de todas las piezas de
jazz que recrean este clásico, no solo por la magistralidad de la ejecución
sino por los maestros que intervienen: Miles Davis (quien tuvo a su cargo los
arreglos del tema), Art Blakey, Hank Jones. También sobresale la versión del
virtuoso pianista Bill Evans (“Portrait in Jazz”, 1959), que sobre satura los
sentidos con ese contrabajo del maestro Scott LaFaro que arremete en la
epidermis para alojarse entre las emociones y la sensibilidad.
Nuestro ámbito latino no ha sido ajeno a la seducción de este clásico,
versionando con distintos arreglos para latin jazz, cantado o instrumental,
cada cual con mayor elegancia y éxito que el anterior.
La primera registrada es la del extraordinario vibrafonista Cal Tjader,
quien la incluyó en su álbum “Mambo with Tjader” de 1954, en arreglo de bolero,
casi en momentos en que el tema se estaba consolidando, conforme lo reseñado,
lo cual no hace sino reafirmar, para quienes todavía no lo tenían del todo
claro, de la magistralidad y aporte del maestro Tjader a nuestros géneros
sabrosos.
Solo para graficar otras versiones, se conoce por ejemplo la del maestro
Clare Fisher que la incluyó en su disco “Clare Declares” de 1977, con un
arreglo de órgano y una ejecución que son de otro mundo. Así también, la del
maestro del trombón Juan Pablo Torres en su célebre álbum “Cuban Swings” de
2001 o la de Francisco Aguabella en el disco “Cubacan” de 2002, esta última con
una descarga de timbales que deja la piel de gallina. Sobresale la
interpretación que hace del tema el maestro Bobby Matos en su producción “Gratitude”
de 2007, en la que hay dos detalles por rescatar, la estupenda interpretación
vocal de Dee Dee McNeil y el violín de Danny Weinstein, lo que lo sumerge en la
nostalgia de las versiones originales sin perder el toque latino.
Aunque la letra y las emociones que esta canción despiertan son de
angustia y desapego, la magia que la envuelve por ser tan musical y ser parte
de la historia de la música la hacen inolvidable, eterna, imposible de que se
desvanezca como las hojas muertas del otoño que el viento reclama sin
objeciones ni argumentos.
Miraflores, 17/08/2014
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Otras versiones de Autumn Leaves que recomiendo escuchar:
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Esta nota de investigación aparece como columna colaborativa en la Revista Okónkolo del mes de agosto. Pueden pedir un ejemplar gratuito, en formato impreso o en PDF al correo OKONKOLOCALLAO@GMAIL.COM
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