En la portada del disco
sellado para la poderosa RCA Victor con el código 430.527-S aparecía la
prometedora frase "Le lleva al jazz un nuevo ritmo de Sudamérica", y
al escucharlo no es posible dejar de sentirse transportado a una dimensión
increíble de indescriptible sonoridad, algo como si de otro mundo se tratara,
efecto bien logrado por la trascendencia buscada en la combinación de
instrumentos, particularidades musicales, talentos gigantes y una corriente de
exploración en la que los invito a sumergirse. Veamos qué nos dice el álbum
"What's New" del maestro Sonny Rollins tras 52 años de haber sido
grabado.
El disco "What's
New", si bien es cierto está catalogado como décimo octavo en la nutrida y
variada discografía del genial maestro Rollins, es el segundo que grabó para el
sello RCA Víctor. Cronológicamente, aparece después del también célebre “The
Bridge” y antes de “Our man in jazz”, todos del mismo año. Lo escogimos para
esta reseña por su importancia en la sonoridad, hito indiscutible no solo en su
propio catálogo sino en el jazz en general. Para coronar este postre debemos
señalar desde ya que el gran aporte latino del álbum está dado por la presencia
del fundamental Cándido Camero, cubano universal, y Willie Rodríguez,
percusionista puertorriqueño, quienes aportan respectivamente con sus congas y
bongós a esta travesía musical de enormes dimensiones.
Sobre el álbum los críticos anunciaban hace ya algunos años que merece
una más intensa investigación, aunque a la fecha este disco ha sido poco
estudiado. No comprendemos la razón por la cual se puede haber postergado del
análisis una pieza tan genial como esta, que por cierto tenía como punta de
lanza al tema "Don't stop the Carnival", pero que tiene felizmente
mucho más que descubrir y disfrutar.
Las grabaciones fueron hechas
los días 5, 25 y 26 de abril y 14 de mayo de 1962. Desde que apareció, el disco
brilló con luz propia, deslumbró. Así lo demuestra la crítica de la época, en
plena década del sesenta, segmento temporal de apogeo del jazz, momento de
experimentación, de mucha creatividad. La década del sesenta es fundacional
para el jazz, es el crisol en el que se gestó una serie de álbumes clásicos que
hasta hoy son como catedrales en lo que a jazz se refiere.
Revisando lo que produjo el año 1962, por su parte, descubrimos algunos
hitos importantísimos en la discografía fundamental de los sesentas, como la
producción de bossa nova de Stan Getz o el clásico dúo de Doris Day con André
Previn. En fin, ese año vio desfilar por las discotiendas a fanáticos en busca
de los discos de vinilo de sus artistas favoritos, debe haber sido toda una
locura mágica el tener en estreno el Drinking again de Dinah Washington o el
Coltrane del virtuoso saxofonista John Coltrane.
Para conocerlo un poco más, Theodore
Walter "Sonny" Rollins nació el 7 de setiembre de 1930 en la ciudad
de New York. A sus 84 años sigue siendo venerado por su aporte colosal al
desarrollo expresivo del jazz, específicamente en cuanto al saxo tenor se
refiere, instrumento que lo acompaña desde los escasos 13 años y del cual no se
ha desprendido a lo largo de su carrera. Aunque en honor a la verdad, debe
decirse que inició su conocimiento musical en el piano y luego en el saxo alto,
para luego recalar definitivamente en el saxo tenor.
El talento como saxofonista de Rollins fue evidente desde sus comienzos,
y así consiguió tocar con Miles Davis en 1951 y con Thelonious Monk. Pero no
fue sino hasta 1957 en que se desprendió de la sombra de otros directores
musicales y emprendió el liderazgo de su música.
Antes de arribar a la poderosa RCA, Rollins hizo grabaciones para el sello Prestige. Ahí desfilan los álbumes “Saxophone Colossus” y el cèlebre “Tenor Madness”, ambos de 1956, este último incluye la participación de Red Garland, Paul Chambers y el genial John Coltrane. De este modo, para inicios de los sesentas, Rollins ya estaba posicionado como uno de los “colosos” del jazz, sonido preponderante, reconocible, de agudeza y genialidad.
Precisamente, hablar de lo clásico en este álbum se mezcla no tan sutilmente con el sonido nuevo, atrevido, intenso, sobresaltado, picado. Esto es posible apreciarlo en todos los cortes, pero sobre todo en los de base afrocubana, en los que participa en sobresaliente Cándido Camero de Guerra, percusionista cubano que había arribado a New York en 1946 con tan solo 25 años. De él, en 1954 el pianista Billy Taylor escribió "no he escuchado a nadie que siquiera se acerque al maravilloso balance entre jazz y elementos cubanos que Cándido demuestra".
Sin ir muy lejos, el propio maestro Camero, quien incluso ha dejado su nombre en un modelo único de congas para la marca Latin Percussion, expresa que "los sonidos son puros y claros. Inspiran a mis sentimientos y a mi alma". Con su toque particular, de contundencia en la ejecución, fue llamado por distintos maestros del jazz en la década maravillosa de los sesentas a conformar las agrupaciones más variadas y participar en numerosas grabaciones. Su aporte, nutrido desde las canteras del formidable maestro Machito en la década del cuarenta, le valió se privilegiado protagonista del apogeo del jazz por esos años.
Su participación en el álbum “What’s New” que hoy nos ocupa, viene dada por el aporte de percusión latina en dos de los 5 temas incluidos en el disco: Jungoso y Bluesong. El corte inspiracional de ambos es abstracto, pertenecientes ambos a la autoría del maestro Rollins, de hecho son dos de las tres únicas composiciones para el álbum. En Jungoso, el contrapunto entre las congas de Cándido y el tenor de Rollins se da en complicidad esotérica, conversación percutiva en ambos lados, como si el saxo fuera una extensión del sonido del tambor.
En suma, Jungoso ofrece los más estimulantes 10 minutos y 51 segundos del disco. Por su lado, Bluesongo, con tan solo 4 minutos y 43 segundos, ofrece un despliegue más clásico por la intervención del contrabajo de Bob Cranshaw y el bongó de Cándido. La esencia melódica del corte está dada por la intervención entrelazada de los 3 instrumentos, en amalgama perfecta. Se podría decir que la sensualidad lo distingue por sobre otros atributos. Lo sobresaliente de este tema, aunque no distante de Jungoso, es la libertad que demuestra el sonido latino, no se trata pues de un precursor del jazz latino ni mucho menos, es la apuesta experimental por un sonido en el que la percusión clásica del jazz, llevada magistralmente por el baterista acostumbrado del maestro Sonny, Ben Riley, fuera reemplazada por la conga y el bongó, pero con un protagonismo más relevante, no de mero acompañamiento sino de expresión propia, de presencia y personalidad.
Dos temas deleitan especialmente por su increíble sonoridad, el golpe picado de Rollins con ese saxo tenor más que único. Por un lado, If Ever I Would Leave You, composición de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, proviene de las canteras del teatro musical. Integrante de la banda sonora original del musical Camelot, este tema fue estrenado en 1960 y lleva el sello indiscutible del cantante Robert Goulet, quien lo estrenara al lado de la maravillosa Juie Andrews en la primera puesta en escena.
Por otro, el absolutamente mágico The night has a thousand ayer, composición original de Benjamin Weisman, Dorothy Wayne y Marilyn Garrett, pero convertido en un estándar del jazz con los arreglos de Buddy Bernier y Jerry Brainin. Se trata de una canción dulce, cuya melodía atrapa desde que se escucha por primera vez. Fue grabada originalmente por el cantante Bobby Vee en 1962, el mismo año en que fue versionada para el jazz con estupendos y perecederos resultados.
Finalmente, un recorrido por el Caribe trae dos temas en corte de calipso que refuerzan la idea de la novedad que ofrece Rollins en este disco. Por su parte, el tema Don’t stop de carnaval se extravió en las arenas del tiempo, aparece solo en algunas versiones europeas de la edición original para vinilo, pero no es las remasterizaciones digitales. De la inspiración del propio Rollins, este single que sirvió en 1962 para lanzar el disco, se convirtió en sello indiscutible de su música, tanto así que tuvo una versión en vivo que le valió un disco completo en 1978 bajo esa denominación. El otro tema , también Calipso, es Brownskin girl, y tiene esa nostalgia del final de la fiesta, no solo por el coro que interviene intercambiando líneas melódicas con el saxo tenor de Rollins sino por el aire de despedida, muy caribeña, muy alegre, festiva, emotiva, sensual.
Entonces, a escuchar el disco y disfrutarlo de principio a fin.
Antes de arribar a la poderosa RCA, Rollins hizo grabaciones para el sello Prestige. Ahí desfilan los álbumes “Saxophone Colossus” y el cèlebre “Tenor Madness”, ambos de 1956, este último incluye la participación de Red Garland, Paul Chambers y el genial John Coltrane. De este modo, para inicios de los sesentas, Rollins ya estaba posicionado como uno de los “colosos” del jazz, sonido preponderante, reconocible, de agudeza y genialidad.
Precisamente, hablar de lo clásico en este álbum se mezcla no tan sutilmente con el sonido nuevo, atrevido, intenso, sobresaltado, picado. Esto es posible apreciarlo en todos los cortes, pero sobre todo en los de base afrocubana, en los que participa en sobresaliente Cándido Camero de Guerra, percusionista cubano que había arribado a New York en 1946 con tan solo 25 años. De él, en 1954 el pianista Billy Taylor escribió "no he escuchado a nadie que siquiera se acerque al maravilloso balance entre jazz y elementos cubanos que Cándido demuestra".
Sin ir muy lejos, el propio maestro Camero, quien incluso ha dejado su nombre en un modelo único de congas para la marca Latin Percussion, expresa que "los sonidos son puros y claros. Inspiran a mis sentimientos y a mi alma". Con su toque particular, de contundencia en la ejecución, fue llamado por distintos maestros del jazz en la década maravillosa de los sesentas a conformar las agrupaciones más variadas y participar en numerosas grabaciones. Su aporte, nutrido desde las canteras del formidable maestro Machito en la década del cuarenta, le valió se privilegiado protagonista del apogeo del jazz por esos años.
Su participación en el álbum “What’s New” que hoy nos ocupa, viene dada por el aporte de percusión latina en dos de los 5 temas incluidos en el disco: Jungoso y Bluesong. El corte inspiracional de ambos es abstracto, pertenecientes ambos a la autoría del maestro Rollins, de hecho son dos de las tres únicas composiciones para el álbum. En Jungoso, el contrapunto entre las congas de Cándido y el tenor de Rollins se da en complicidad esotérica, conversación percutiva en ambos lados, como si el saxo fuera una extensión del sonido del tambor.
En suma, Jungoso ofrece los más estimulantes 10 minutos y 51 segundos del disco. Por su lado, Bluesongo, con tan solo 4 minutos y 43 segundos, ofrece un despliegue más clásico por la intervención del contrabajo de Bob Cranshaw y el bongó de Cándido. La esencia melódica del corte está dada por la intervención entrelazada de los 3 instrumentos, en amalgama perfecta. Se podría decir que la sensualidad lo distingue por sobre otros atributos. Lo sobresaliente de este tema, aunque no distante de Jungoso, es la libertad que demuestra el sonido latino, no se trata pues de un precursor del jazz latino ni mucho menos, es la apuesta experimental por un sonido en el que la percusión clásica del jazz, llevada magistralmente por el baterista acostumbrado del maestro Sonny, Ben Riley, fuera reemplazada por la conga y el bongó, pero con un protagonismo más relevante, no de mero acompañamiento sino de expresión propia, de presencia y personalidad.
Dos temas deleitan especialmente por su increíble sonoridad, el golpe picado de Rollins con ese saxo tenor más que único. Por un lado, If Ever I Would Leave You, composición de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, proviene de las canteras del teatro musical. Integrante de la banda sonora original del musical Camelot, este tema fue estrenado en 1960 y lleva el sello indiscutible del cantante Robert Goulet, quien lo estrenara al lado de la maravillosa Juie Andrews en la primera puesta en escena.
Por otro, el absolutamente mágico The night has a thousand ayer, composición original de Benjamin Weisman, Dorothy Wayne y Marilyn Garrett, pero convertido en un estándar del jazz con los arreglos de Buddy Bernier y Jerry Brainin. Se trata de una canción dulce, cuya melodía atrapa desde que se escucha por primera vez. Fue grabada originalmente por el cantante Bobby Vee en 1962, el mismo año en que fue versionada para el jazz con estupendos y perecederos resultados.
Finalmente, un recorrido por el Caribe trae dos temas en corte de calipso que refuerzan la idea de la novedad que ofrece Rollins en este disco. Por su parte, el tema Don’t stop de carnaval se extravió en las arenas del tiempo, aparece solo en algunas versiones europeas de la edición original para vinilo, pero no es las remasterizaciones digitales. De la inspiración del propio Rollins, este single que sirvió en 1962 para lanzar el disco, se convirtió en sello indiscutible de su música, tanto así que tuvo una versión en vivo que le valió un disco completo en 1978 bajo esa denominación. El otro tema , también Calipso, es Brownskin girl, y tiene esa nostalgia del final de la fiesta, no solo por el coro que interviene intercambiando líneas melódicas con el saxo tenor de Rollins sino por el aire de despedida, muy caribeña, muy alegre, festiva, emotiva, sensual.
Entonces, a escuchar el disco y disfrutarlo de principio a fin.
Miraflores, 12/09/2014
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