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sábado, 6 de septiembre de 2014

Las hojas muertas del otoño

Debe haber sido a inicios de los años ochenta en que, siendo todavía niño, descubrí la canción Autumn Leaves en la versión grabada por el inmortal Nat ‘King’ Cole. Como ya se puede advertir, mientras los demás niños y luego adolescentes de mi entorno jugaban con la pelota o escuchaban a Los Violadores, yo prefería meterme de lleno en mi viejo tocadiscos Grundig a intentar descubrir los secretos de esa música maravillosa que atrapaba mis sentidos.


Y sin saberlo, había descubierto una joya absoluta del repertorio musical más complejo, entre el jazz, la canción. En particular, la versión de Cole que hizo historia. Sepamos algo más sobre este título, entre el cine, la música de elevada sensibilidad e incluso el latin jazz.

“Les feuilles mortes” es en realidad una canción originalmente húngara, compuesta en 1945 por los maestros Jacques Prévert  (letra) y Joseph Kosma (música) para la película “Les Portes De La Nuit” de 1946, escrita por el mismo maestro Prévert. La cinta se enmarca en lo que se conoce como realismo poético francés, género sobre el que se basa el movimiento del cine negro americano, del que Prévert y el director Marcel Carné eran absolutos tributarios.


Por su parte, la canción ha sido versionada por muchísimos cantantes, franceses al comienzo, y de habla inglesa posteriormente. La melodía del coro se convirtió en la década del 60 en un estándar casi obligado de jazz entre los grandes maestros, quienes desde sus perspectivas quisieron darle su propio estilo.

Al escuchar la primera versión, que hizo el inmortal Yves Montand para la película mencionada, pero grabada recién en 1952 en el álbum “Yves Montand Chante …”, se puede advertir una sensación de desasosiego en el alma, es una letra sencilla pero desgarradora.






La historia que cuenta no es nueva, es la clásica estampa de aquel que recuerda con profunda inexistencia una época de felicidad de pareja que se esfumó, como el agua o la arena entre las manos, como las hojas muertas que caen en el otoño y son llevadas por el viento. La pérdida no es la de la muerte sino la del desamor, del olvido natural, la sencilla levedad del sentimiento humano.

Así como era ya un éxito en la década del 50, fue tomada como tema principal de la película “Autumn Leaves” de 1956, dirigida por Robert Aldrich y que protagonizó la experimentada Joan Crawford. En la cinta que también protagoniza Cliff Robertson una mujer de mediana edad se enamora contra toda previsión de un joven mucho menor y vive una corta felicidad para luego descubrir que sufría de alteraciones mentales.


El dominio técnico de la Crawford le permitió prácticamente llevar sobre sus hombros al elenco entero, compuesto en la línea secundaria por Vera Miles y un muy joven Lorne Greene. Según se sabe, los guionistas habían considerado en un primer momento el nombre de “The Way We Are” para la cinta producida por la Columbia, pero tal fue la similitud que encontraron entre el argumento del film y la letra en inglés que había compuesto Johnny Mercer, copropietario del sello Capitol, para Jo Stafford en 1949 y que Nat ‘King’ Cole grabó en 1953 que le cambiaron el nombre de inmediato.



La versión de Nat ‘King’ Cole fue incluida en el álbum “Sings For Two In Love”, para el sello Capitol, primero en 1953 en la versión LP de 10” y en 1955 en la versión LP de 12”. Los arreglos y conducción de la orquesta son del maestro Nelson Riddle, un músico increíble conocido por ser el mágico hacedor de éxitos para la Capitol en las voces de Frank Sinatra, Judy Garland o Dean Martin. Y ha sido esta versión la inmortalizada hasta nuestros días.





No fue sino hasta 1957 en que se hizo versiones instrumentales del tema, convirtiéndolo casi al instante en lo que se conoce como un estándar del jazz, una pieza clásica que todo músico que se respete debe incluir en su repertorio para dejar su huella personal sobre la melodía original. Hubo versiones de Coleman Hawkins, Dizzy Gillespie y Duke Ellington. Esta última, aparecida en el álbum “Indigos” de 1957, es lenta y arrolladora por antonomasia, cantada en francés, rescatando la esencia original, e incluye el desgarrador violín de Ray Nance, lo que le da ese carácter propio a la canción.



Al año siguiente aparece la versión de Cannonball Adderley en el disco “Somethin’ Else”, en lo que es quizás la más conocida de todas las piezas de jazz que recrean este clásico, no solo por la magistralidad de la ejecución sino por los maestros que intervienen: Miles Davis (quien tuvo a su cargo los arreglos del tema), Art Blakey, Hank Jones. También sobresale la versión del virtuoso pianista Bill Evans (“Portrait in Jazz”, 1959), que sobre satura los sentidos con ese contrabajo del maestro Scott LaFaro que arremete en la epidermis para alojarse entre las emociones y la sensibilidad.





Nuestro ámbito latino no ha sido ajeno a la seducción de este clásico, versionando con distintos arreglos para latin jazz, cantado o instrumental, cada cual con mayor elegancia y éxito que el anterior.

La primera registrada es la del extraordinario vibrafonista Cal Tjader, quien la incluyó en su álbum “Mambo with Tjader” de 1954, en arreglo de bolero, casi en momentos en que el tema se estaba consolidando, conforme lo reseñado, lo cual no hace sino reafirmar, para quienes todavía no lo tenían del todo claro, de la magistralidad y aporte del maestro Tjader a nuestros géneros sabrosos.




Solo para graficar otras versiones, se conoce por ejemplo la del maestro Clare Fisher que la incluyó en su disco “Clare Declares” de 1977, con un arreglo de órgano y una ejecución que son de otro mundo. Así también, la del maestro del trombón Juan Pablo Torres en su célebre álbum “Cuban Swings” de 2001 o la de Francisco Aguabella en el disco “Cubacan” de 2002, esta última con una descarga de timbales que deja la piel de gallina. Sobresale la interpretación que hace del tema el maestro Bobby Matos en su producción “Gratitude” de 2007, en la que hay dos detalles por rescatar, la estupenda interpretación vocal de Dee Dee McNeil y el violín de Danny Weinstein, lo que lo sumerge en la nostalgia de las versiones originales sin perder el toque latino.





Aunque la letra y las emociones que esta canción despiertan son de angustia y desapego, la magia que la envuelve por ser tan musical y ser parte de la historia de la música la hacen inolvidable, eterna, imposible de que se desvanezca como las hojas muertas del otoño que el viento reclama sin objeciones ni argumentos.

Miraflores, 17/08/2014

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Otras versiones de Autumn Leaves que recomiendo escuchar:









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Esta nota de investigación aparece como columna colaborativa en la Revista Okónkolo del mes de agosto. Pueden pedir un ejemplar gratuito, en formato impreso o en PDF al correo OKONKOLOCALLAO@GMAIL.COM




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