Hoy recordamos a la eterna Celia, la Madre Rumba, inigualable e inmortal. Una mujer extraordinaria que abarcó con su inmenso talento varios géneros y décadas de música latina, desde su amada Cuba con la Matancera en 1950 hasta los escenarios del mundo con la Salsa que supo interpretar como nadie.
Decenas de discos han dejado para las generaciones venideras las muestras de su canto poderoso, esa dulce voz llena de sabor y de sentimiento, que supo llegar a todos los rincones del mundo y los corazones de su público.
Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso de la Santísima Trinidad mejor conocida por su nombre artístico Celia Cruz (La Habana, Cuba, 21 de octubre de 1925 – Fort Lee, Nueva Jersey, Estados Unidos, 16 de julio de 2003) nació en el barrio de Santos Suárez de La Habana. Segunda hija de un fogonero de los ferrocarriles, Simón Cruz, y de la ama de casa Catalina Alfonso, Celia Cruz compartió su infancia con sus tres hermanos -Dolores, Gladys y Bárbaro- y once primos, y sus quehaceres incluían arrullar con canciones de cuna a los más pequeños; así empezó a cantar.
Fue parte de la legendaria Sonora Matancera en la época dorada de esta agrupación y parte vocal de muchas orquestas en los años posteriores a la década del cincuenta, incluso de la fabulosa Fania All Stars con la que logró cantar en escenarios del mundo, incluso África.
En sus últimos años fue constantemente homenajeada y elogiada por su trayectoria talentosa de varias décadas en los escenarios, siempre al lado de su esposo, el trompetista cubano Pedro Knight, a quien conociera durante su paso por la Sonora Matancera de la que era segundo trompeta.
Como decía la letra de su último éxito grabado, ella siempre vivirá.
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