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lunes, 4 de mayo de 2009

La carcajada inquieta de Daniel

Mi encuentro con Daniel Santos data de mucho tiempo atrás, si no me equivoco, en la época de secundaria. Ya he dicho más de una vez que las mañanas en mi casa de Huacho eran conducidas por la radio y la locura del comienzo del día. Pero desde muy temprano había dos cosas en mi mente, aparte de las cosas pendientes del colegio, y eran anticiparme al locutor con el nombre de esos viejos boleros y tratar de imaginarme qué delicia prepararía mi mamma para el almuerzo. Casi siempre en ambas me gratificaba en acertar, por un lado atinar a la voz de Tito Rodríguez o Toña La Negra y, por el otro, extasiarme con un lenguado frito con bastante rocoto.
Y en medio de esas aguerridas mañanas apareció más de una vez la vieja voz de El Inquieto Daniel, con su carta para Linda o con su discurso de universalidad del Mambo. En lo que fuera, esa voz me producía el mismo efecto disociador que las salsas de Lavoe que desde que tuve uso de razón supe disfrutar. Escuchar El Preso y Juanito Alimaña era, al fin de cuentas, la misma cosa, no importa de quién viniera el mensaje, lo cierto era que venía del fondo del abismo con el ron como único consuelo para la triste soledad.







Ya hoy todos sabemos que don Daniel Doroteo de los Santos Betancourt nació en Santurce, Puerto Rico, el 5 de febrero de 1916, y que es considerado sin lugar alguno para las dudas como uno de los grandes intérpretes del bolero y la guaracha. Que su paso por la Sonora Matancera significó una simbiosis perfecta de talentos y de estrellato; para él, la oportunidad de darse a conocer a nivel internacional, luego de sus éxitos con el Cuarteto de Pedro Flores y Los Jóvenes del Callo, y para ella, la ocasión de contar con un vocalista de gran registro, indudable carisma y espíritu indomable. Que buena conjunción.




Su primer chispazo de suerte vino cuando en 1938, mientras trabajaba en un casino en Manhattan, cantó el tema Amor perdido sin saber que su compositor, Pedro Flores, estaba entre el público. A Flores le encantó la interpretación y por eso invitó a Daniel a unirse a su grupo "El Cuarteto Flores". En 1941 llega Despedida, el himno para jóvenes reclutas que marchaban a la guerra. En los 50 llegó la Sonora y los excesos viciosos por todo el continente. Y en los 60 su fama irradiada por el mundo entero, sin fronteras ni límites, engreído y mimado por todos, incluso por aquellos jovencitos que aparecían en la escena musical llamándose salseros.



Murió en su rancho en Ocala, Florida el 27 de noviembre de 1992 y fue enterrado en el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis en el Viejo San Juan, cerca de las tumbas de Flores y del líder nacionalista Pedro Albizu Campos. Su tumba fue abierta en 2001 para enterrar al también cantante Yayo el Indio.

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