En julio de 1989, en Chile, el maestro Piazzolla concedió una última entrevista cuando se encontraba en plena temporada en el Teatro Oriente. Allí dijo que "el tango ya no existe. Existió hace muchos años atrás, hasta el 55, cuando Buenos Aires era una ciudad en que se vestía el tango, se caminaba el tango, se respiraba un perfume de tango en el aire. Pero hoy no. Hoy se respira mas perfume de rock o de punk... El tango de ahora es solo una imitación nostálgica y aburrida de aquella época. Mi tango si es de hoy".
El tango culminnate de Piazzolla es, desde todo punto de vista, un renacimiento en luz de vida, como el bautismo del adulto que, cansado ya, revela su intención de dar un giro a su vida y envolverse en mantos sagrados de agua clara y fe viva.
Su vida se podía resumir en un solo tango, un tango muy porteño y muy triste, "no porque yo sea triste", aclaraba. "Al contrario, soy un loco de la guerra, soy un loco lindo, me gusta divertirme, me gusta tomar vino, me gusta comer bien, me gusta la vida, así que mi música no tiene por que ser triste. Mi música es triste porque el tango es triste. El tango tiene raíces tristes, dramáticas, sensuales a veces, religiosas, tiene un poco de todo... Religiosas, por el bandoneón que fue inventado para acompañar la liturgia en Alemania. El tango es triste, es dramático, pero no pesimista. Pesimistas eran las letras de antes, totalmente absurdas..."
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