A pesar de los años y las nuevas tendencias en estilos musicales, la aparición de los denominados nuevos "cantantes" en el escenario musical latino no ha mermado ni un ápice la figura insigne de quien fuera el símbolo del espíritu barrial de una New York candente en la década del sesenta, contexto en el que empieza a forjar la Salsa como fenómeno.
La encuesta del mes de abril, dedicada a señalar a los soneros arroja nuevamente a Lavoe, el Cantante de los cantantes, como el líder indiscutible de los escenarios tras 17 años de su desapariciòn, momento preciso pàra una nueva revisiòn de su aporte en la música que tanto nos gusta.
Como se ha señalado, Héctor empezaba a cantar en momentos en que el movimiento a favor de los derechos civiles abría nuevas puertas para una comunidad puertorriqueña que hasta entonces no tenía posibilidades de vivir fuera del getto. De hecho, las masas inmigrantes ocupaban ya un lugar de excepción para los norteamericanos, quienes sentian invadido su espacio por algo más que latinos amigables que se habían forjado un espacio en el vecindario con sus costumbre y su música.
De hecho, es fácil advertir que el escenario musical de comienzos de los sesentas era uno de repeticiòn o de amoldamiento, refirièndonos a las largas listas de éxitos dejados por los músicos tradicionales de Centroamérica y el Caribe a fines de los cincuentas, corriente que fue percibida y aprovechada por músicos de la talla de Joe Cuba, Ray Barretto o Johnny Pacheco.
"No había una clase media puertorriqueña en New York", dice el periodista nuyorican Ed Morales, autor de The Latin Beat. "En ese momento empezaba a forjarse la identidad nuyorican" y Héctor Pérez no estaba involucrado en esa lucha directamente pero, según Morales, el binomio de Héctor y Willie Colón ejemplifica esa dualidad clásica del nuyorican. "Héctor casi no hablaba inglés, Willie casi no hablaba español; uno le enseñaba al otro cada idioma".
Para el cuatrista Yomo Toro, tener a New York como escenario fue fundamental para todos los que integraban el fenómeno de la Fania -sello discográfico que catapultó la salsa neoyorquina a nivel internacional y que agrupó a las legendarias Estrellas de Fania, integradas por músicos de las distintas orquestas del sello comandado por el empresario Jerry Masucci y el músico Johnny Pacheco.
El encuentro de Pacheco con Lavoe es harto conocido. "Yo tocaba en un club, el Habana San Juan en la 137 y Broadway, en Manhattan", cuenta Pacheco. "Él se sentaba en la esquina del escenario y me pedía que lo dejara cantar, esto era como en el '67, por ahí. Yo le decía: ‘A lo mejor mañana’, y así lo tuve como dos semanas. Entonces un día le pregunté: ‘¿Tú te sabes la canción ‘La mujer del peso’?’. Me dijo que la tocara, que él la cantaba. Empezó a cantar y se quedó con el canto". A Pacheco le impresionó de inmediato el talento de Héctor para la improvisación. "Él soneaba sobre lo que estaba pasando en el lugar donde estábamos... La gente se volvía loca con él, creo que de toda la Fania era el que más el pueblo quería", dice el autor de ‘Mi gente’ y ‘El rey de la puntualidad’.
"Los fines de semana nos poníamos de acuerdo", dice Ismael Miranda, también de las estrellas de Fania. "Si tocábamos en Manhattan, él se quedaba en mi casa, y si era en El Bronx, yo me quedaba en la casa de él, que en esa época vivía en El Bronx. O si no, nos quedábamos en la casa de unas amigas en Saint Anns (una calle del Bronx)".
Como estas, hay muchas más, y son tantas las historias de la gesta de una época y de un género, pero más allá de ello, de una forma de ser y de una nueva cultura, que representaba la sencillez del barrio y la esquina, de esas que las hay por toda nuestra costa zamba..... Sonero!
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