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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Ceguera y las metáforas de la sociedad indiferente


Muchas veces nos ha pasado que pasamos por la vida indiferentes ante las cosas que acontecen o las personas con las que tropezamos. O es quizás nuestra advertencia de algo injusto o indecente lo que nos indigna sobremanera. Pero desde una u otra orilla, sucede que somos concientes de que algo pasa. Pero qué sería del mundo si todo se invirtiera, si los que parecen anormales fueran los adaptados, o que aquellos que pretendemos llevar la dirección de la vida fuésemos empujados a prescindir de la cordura o, peor aun, de la visión.

La gran metáfora en la que nos introduce Fernando Meirelles, a partir de la novela "Ensayo sobre la ceguera" del Premio Nobel portugués José Saramago, con la cinta Ceguera (Blindness) es una forma de alertarnos sobre todo aquello que nos aterra de cuando en vez, al aislarnos del ruido, tomar una copa y simplemente ponernos a pensar. O cuando vamos en la combi, por la calle, entre dormidos y despiertos, tratando de desoir la insolente radio de moda y los baladros insulsos del cobrador, con la mirada perdida en el borde de la larga acera que nos toca vivir diariamente. De eso se trata, de pensar.

De pronto, nos damos cuenta de que nos quedamos ciegos ante una realidad monotemática que se nos impone por el mismo acontecer de eso que llaman modernidad. Si la violencia es nuestro tópico diario, no vemos nada más que eso. En buena cuenta, la realidad es violenta, mucho más de lo que nos damos cuenta, y esa miseria humana que retratamos y vemos retratada cotidianamente es la que nos golpea las sienes, estruja las entrañas y va quitando visión.




Pero esta metáfora no es nueva. El cine está plagado de estas historias, más o menos elaboradas, quizá no tan estupendamente logradas como la obra de Meirelles, quien a partir de un libro original de primera línea, nos ofrece un acercamiento de crudeza ligera a la deshumanización de la raza, aquella condición en la que los roles se invierten y en la que todo es posible.

Esta ceguera nuestra nos aisla en mundos interiores deprimentes e inhumanos, cual portadores de ese virus llamado miedo, egoismo, indiferencia. Todo alrededor se tambalea y no hacemos nada por cambiarlo, ni siquiera los que hacinados en grupos humanos reducidos ven pasar la vida desde sus celdas de comodidad absurda y precaria. Y no decimos necesariamente que sea miserable, porque hay celdas de lujo que nos aprisionan igualmente, o más aun.

La admisión de nuestras limitaciones y de esos egoismos es la premisa necesaria para la redención o para la claridad. Tentaciones comunes, como la impunidad o la corrupción nos asaltan constantemente, y perdemos la perspectiva de lo que realmente importa en la vida, convirtièndonos en algo peor que ciegos reambulantes, algo así como los zombies de George Romero, cinta en la que las metáforas afloran de modo casi natural.

De todo esto se extrae el resultado inequívoco: la indeferencia es la ceguera de la sociedad, aquella que se calla ante la desgracia ajena, o la que explota desgraciadamente las miserias de los desposeidos, como el ciego del pabellón 3 que no contrajo la enfermedad repentinamente sino que, ciego de nacimiento, aprovechaba sus desarrollos sensoriales para liderar el bando más cruel de los que expone la historia.

Muchos han encontrado símiles en historias de siempre, metáforas de las que está plagada la historia del cine. De ahí que muchos opinen que esta propuesta que significa Ceguera no sea una historia reveladora y provocativa sino más bien una manera elegante de decir algo obvio y ya antedicho por el cine clásico e incluso el cine de autor. Una manera de exquisita suavidad, al punto que ha conmovido al propio Saramago, algo que pocos encuentran elogiable y muchos un rapto de ancianidad.




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1 comentario:

Anónimo dijo...

Pucha, en realidad salvo algunas escenas, me pareció un filme más de esos
de epidemias, terremotos, aviones que se caen y demás. Los gringos son
adictos a esos filmes de cataclismos y desastres.
El comienzo no me gustó. El virus, lo introduce un migrante coreano... por
qué no un gringo??? Es la xenofobia subyacente en el film. Es también este
migrante quien revela el lado más machista del hombre. Y para variar, es
un latino, el rey del ala más inhumana del centro de reclusión de los
ciegos.
La escena de la lluvia me pareció muy liberadora, quizá el meollo de todo.
El punto de quiebre entre una vida a oscuras (en realidad todos los
personajes a su manera vivió en la oscuridad) y el renacer a una nueva vida
en la que se valoran las cosas que en realidad importan.
Quizá esperaba mucho más de la pela. En fin.

Javier