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martes, 13 de julio de 2010

El Bolero está de duelo: La Reina ha muerto!


Aprendí a escuchar boleros desde niño, al lado de mis abuelos. Entre las canciones más añejas y dramáticas que tuve cerca estaba siempre alguna de Olga Guillot, esa señora contundente de figura radiante y de hablar tan cubano que irrumpía en el escenario de manera brutal y lo encendía todo.



Aprendí a juntar boleros, coleccionarlos y conocer de ellos en mi adolescencia. Ya era obsesiva mi pasión, pero más obsesiva se volvía Olga Guillot dentro de mi repertorio. Recuerdo con cariño esos vinilos importados que podía escuchar en mi tornamesa. La orquesta acompañaba de manera especial las canciones de la Reina.




Aprendí a sentir los boleros de adulto, cuando la vida completa ese paso inexorable hacia la madurez y los golpes se sienten en el alma y no en la piel, necesariamente. Y siempre estuvo ella allí, como diciendo con la sangre viva latiendo dentro de sí cada verdad absoluta y cada palabra bendita.



Y era dramática y era cubana, y siempre era su voz la que me transportaba por es eviaje insonsable de la tragedia real, la que no se conoce sino hasta cuando sentimos en nuestra habitación un grito o un desgarro. Olga Guillot era real, era ese drama sentido y ese grito sincero, en la quietud de la noche, con luces amarillas tibias y un ron en la mano. Así me gustaba oirla, de pronto a toda voz, con el estruendo de sus frases en mi pecho o el quedo rumor de su cubana voz en mi alma.




Honestamente, que se haya ido de este mundo es triste, porque a su edad venerable su presencia era una luz en el camino, para muchos o para pocos, no importa, ya ni siquiera importa que se haya ido con dolor en el corazón por su Cuba querida, lamentando la partida temprana y el negado regreso. Ya ni siquiera nada, aunque reconcilió sus afectos al final, como con Omara Portuondo, a pesar de las ideas.



Honestamente, seguiré escuchando a Olga Guillot, alzar su copa de vino o pidiendo ser un ángel que cuide sus sueños, viviendo de las mentiras de los otros o aplaudiendo por la forma de herir sus sentimientos. Ni eso ni lo bailao nos lo quita nadie, verdad?

1 comentario:

Marisol Cragg de Mark dijo...

Recién por ti me entero de esta triste noticia. Su voz, inolvidable.
Recibe un cordial saludo berlinés.