Nuestro Podcast semanal en Spreaker

Ranking Semanal

Nuevos estrenos en Hearthis

sábado, 7 de febrero de 2009

El Bolero presente en la vida: El amor no correspondido

Empezaremos el análisis del bolero y de sus tres tópicos con el amor no correspondido, esa fuerza encendida que nos consume desde dentro para sancochar nuestras entrañas y latirnos en la sien sin que podamos hacer nada, tan solo llorar o mirar val vacío, con alcohol o sin él. Lisandro Otero, un especialista en el Bolero, ha señalado sin equívoco alguno que en las letras del bolero en general aparecen tres opciones: el amor correspondido, el amor no correspondido y el amor traicionado. Hoy nos enfocaremos en el segundo de ellos. Como ya es costumbre en este Blog, documentaremos la nota con los boleros más pertinentes que a los que podemos recurrir para graficar y aproximarnos al cabal entendimiento del tema tratado. Debo mencionar que todos los boleros pertenecen a mi colección personal, ubicados, estudiados y embebidos en años de búsqueda frenética de la inefable verdad sobre el bolero y sobre la vida. Gracias una vez más a mis maestros de tantos años.
El sufrimiento como premisa fundacional para el aprendizaje de la vida es una verdad a ciegas. En mala hora muchos de nosotros hemos padecido de alguna manera de algún amor no correspondido, o como dicen algunos poetas y locos, de esa extraña enfermedad que nos hace creer que esa persona tendría que amarnos con la misma intensidad con que nosotros exhalamos ese mismo sentimiento. Y es que el umbral entre la cordura y la demencia, en este tema, es casi imperceptible, es más que ese acto de fe o de perfección ética en el que incurrimos los que escribimos sobre el bolero o le dedicamos nuestros estudios o, simplemente, le damos un poco de nuestras carnes vivas.

Y no tengo dudas de que debemos abrir con la obsesión, el primero de los nombres de este amor tifoideico. Se han puesto a pensar en que “no habrá una barrera en el mundo que el amor profundo no rompa por ti”, amada mía, lejana, que quizás no sabes que existo, pero que a pesar de la oposición del destino tienes mi devota permanencia y contemplación, regalos que te doy tan solo por que sí. Ese primer bolero estudiado en esta nota –Obsesión- es quizás el más claro ejemplo de lo que se viene a decir: el amor obsesivo de aquellos que, aunque lejos y sin palabras, entregan sus cuerpos al solitario placer de la dedicación y la consagración. Porque no es ninguna novedad que el amor esta estrechamente ligado a la sexualidad; y es que no es sino la locura del cuerpo la que lleva a convertir la sana y humilde contemplación a la obsesión por la total posesión, no sólo de los días y las noches sino de los pensamientos y de las exudaciones todas. Una locura que más de uno sabrá reconocer en sus momentos más adolescentes y que nos arrebata una sonrisa sonrojada.


Mucho se ha escrito ya sobre el fenómeno de la música como expresión natural y esencial del ser humano, más instintiva que muchas otras de nuestras manifestaciones culturales, por cuanto ha sido ligada indesligablemente con la tierra y la vida en comunidad, la fecundidad y conservación de la especie. A este rubro, insertamos como tópico necesario el de los sentimientos, algo que nos diferencia de los animales pero que muchas veces nos rebaja a niveles inferiores, en la medida en que esos sentimientos y sus manifestaciones emocionales son tan oscuros que hasta los más encendidos palidecen. Porque nadie va a negar que por amor o en su nombre se han cometido atrocidades, locuras y bestialidades, de consecuencias luego advertidas y no queridas.

Pero más allá de las mezquindades particulares, el amor no correspondido ha sido identificado muchas veces en el bolero con sentimientos de desprendimiento, que lo acercan más a la certeza de que “algo no pudo ser” que a la embriagada convicción de que “fue” cuando en realidad “nunca se supo nada”. En este sentido aparece el bolero Inútilmente, interpretado magníficamente por Gregorio Barrios, quien es el trovador despreocupado que de despide de aquello que pudo ser pero que no fue.


Yendo un poco más en la ruta del amor. Qué hubiera pasado si ese amor casi inadvertido o desconocido se mostraba afectuoso y con la mueca correcta pero decidía que no debía seguir adelante, sin llegar a la traición, solo una cuestión de experimento interrumpido, una ilusión fugaz, un capricho del alma que aunque con besos locos de pasión se agota en la improbabilidad mas que en salto al vacío, como reza el bolero Una aventura más, una canción de vacío que existe en muchas versiones y que nos sigue diciendo que, “después de esa noche, ella se alejará de ti”.


Pero hay boleros que no se quedan ni en el olvido de la imagen ida de la amada no acontecida sino que, más allá de noblezas, declaran amores cobardes y sin esperanza, lastimeros, despojos sin alma por la soledad de la innecesaria crueldad de la vida que, pudiendo corresponder, prefiere otorgarle a las almas quejosas tan solo el látigo del desprecio y la indiferencia. Ahí están Cobardía, con la voz de Leo Marini y Amor sin Esperanza con Celio Gonzales. Esos cantos a la trágica escena en que con solo despertar ni siquiera gritando su nombre el amor será real, “malaya sea mi suerte”; y se bebe, y se llora, y se sufre, porque todo es recuerdo, todo es dolor, porque “aunque te busque, nunca te puedo encontrar”.



Y en todas estas historias el elemento común en el desamor, la no correspondencia, la imagen no reflejada, la mejilla solitaria, el beso frio contra la noche o la caricia huérfana que nada más que en la noche de cristal y de alcohol se entiende viva y se sabe clara. Y aún en medio de esa noche distante, algunos le siguen cantando al amor, con un bolero, algo así como cuando Lucho Gatica estaba Contigo en la distancia, una lírica de lejanía que, a pesar de la ausencia, se sien te henchido de amor, quizá cierto, quizá demente, pero amor al fin, parte del alma, parte de sí. Y al final queda tan solo la esperanza, porque es como siempre la que va al final y paga las luces, como en el bolero de Armando Manzanero. En Esperaré, el bolero alcanza su grado más elevado de amor al vacío, casi absurdo, pero no hay duda de que el baladro postrero es muy lírico y de una poesía altamente cultivada, porque hasta para ser trágicos hay que ser elegantes y tener dignidad.


¿Y después qué queda? Un trago y más boleros ¿no es verdad?

1 comentario:

Anónimo dijo...

El amor no correspondido uno mismo lo inventó, cuando en la soledad el ocio sentimental está presente en cada latido monótono del corazón y busca un motivo para impulsar la sangre de su tragedia humana...