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domingo, 1 de febrero de 2009

En el mes del amor, su Majestad el Bolero


Una tarde de verano en el Jardín trasero de la capilla del CAPU en la Católica, lo recuerdo como si fuera ayer, entendí que el bolero para mí era más que solo simples letras y música triste. Yo había estado hablando mucho con una chica de letras, de hecho, compartíamos muchas cosas y estaba empezando a interesarme en ella, pero esa tarde dijo algo que mi alma no estaba lista para escuchar, y honestamente nunca hasta siempre lo estará.

Su nombre no lo diré, pero ella sabrá al leer esto que haberme escupido en la cara su odio inexplicado por Leo Marini fue su más lamentable error. Esa misma idiotez que hoy que la recuerdo le trae sonrisas sonrojadas a mi añejo rostro fue la que me trajo sufrimiento aquella tarde de sol incansable en San Miguel. Y esa misma locura infantil ha ido marcando mi vida tras los años, como aquella vez que por entre los barrotes de la ventana me enamoré perdidamente de la muchacha que me confesó que Cómo fue de Beny Moré era lo mejor que jamás había escuchado, o la tarde nefasta aquella en que perdí a aquella misma muchacha en algo que todavía no termino de lamentar en medio de boleros sagrantes y palabras hirientes.



Mi vida ha estado marcada por el bolero, desde niño, y no me arrepiento, porque es con un bolero que recuerdo eterna a mi Mamma Oli y es con otros que sigo hoy de pie, haciendo latir mi corazón a través de los ojos de mi hija preciosa. Un bolero es y será, no tengo dudas, el motor de mis días, que así como te enseña a entender la vida, te educa para sobrellevarla a pesar de los días y las noches.

Cómo entonces, por amor de Dios, no amarlo ni dedicarle algo más. Desde el año de 1992 me he dedicado a estudiarlo, pero no fue sino hasta el año 2003, fatídico y simbólico, que empecé a vivirlos en carne y sangre. La carne la ponen las vivencias y la sangre, aquella que la legendaria combinación del ron con el vino sabe entregar al ser humano, despojo de sus más oscuros fantasmas, como bien decía mi viejo amigo Alex Arteaga, que hasta el de hoy se deleita en medio de libros y discos aunque cada día con menos cabello sobre sí.




Y vengo a decir la verdad y ninguna otra cosa, y aunque y más precisamente por ella misma, “con el alma llena de amargura y sin saber qué hacer, he venido aquí con esta duda a escuchar tu voz”, oh melancolía sempiterna, ladrona de corazones, fabricantes de ilusiones tardías, amor insomne de madrugadas calientes, lágrimas vivas que brotan del pecho, o de los ojos del alma, da lo mismo, al fin y al cabo, para eso existe el bolero después de todo.

Ya lo dicen los estudiosos, sólo existen tres temáticas posibles para el bolero bendito: el amor correspondido, el no correspondido o el traicionado, igualmente dolorosos todos, porque como dicen algunos de mis viejos favoritos, no vale más sufrir por amor que nunca haber amado. Entonces, llega a mi mente la demente idea de hacer un homenaje al dolor, la fatalidad, el recuerdo perdido, la nostalgia guardada, que son los otros nombres del amor, como le digo diariamente a mi amiga Mariella y menos veces a la gran Lili Carmela, que todo lo saben y todo o sienten, mujeres concebidas y cuajadas en el trance del bolero, ése que no nos permite seguir adelante con nuestros cinismos trasnochados ni las máscaras más elegantes.





En el mes del bolero, me temo, me debo, se hace necesaria, una catarsis con las historias de la vida, ese fuego bajo la piel que Los Panchos tan bien describieron y que me fuera enseñado por los mejores maestros que alguien puede pedir: Carlos Lértora, Pepe Sardón, Leo Ramírez, Johnny Albino, el dolor, la desesperanza, la nostalgia, la culpa, la soledad, entre otros, muchos otros.

Fue de niño que descubrí a Toña La Negra y a Eva Garza, y de adolescente a Los Panchos y a Los Tres Caballeros. Poco después, todavía imberbe, a Tito Rodríguez, Genaro Salinas y a Fernando Albuerne. Pero ya de adulto, conocí además a la vergüenza y la culpa, dos acompañantes inseparables del bolero. Aprendí a escucharlo, digerirlo y aceptarlo en mi vida, como un karma más que como una dolencia. Y de eso se encargaron los años y los fantasmas de mi vida.

Hay mucho por decir del bolero, entre estudios y sentidos testimonios de carne y alma, y a ellos dedicaremos este mes, para que aquellos que no terminaban de entenderme lo hagan, pero a través de un bolero. Qué viva el amor, lo único que sigue moviendo al mundo, tampoco tengo dudas.




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay boleros como personas que fueron, son y serán... cada día se escribe una nueva historia o se acaba otra y el sentimiento es la vida misma en los momentos más explosivos del tiempo; basta mirar el cielo y entender que el bolero es el poema del alma en el viento, según mi corta experiencia en los viajes del corazón.

Anónimo dijo...

Salvo el crepúsculo: Bolero (1996)

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.



Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.



Por ahí un papelito que
solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:





La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos


y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.

Julio Cortázar

Anónimo dijo...

Fue a través de César Caro Machuca y su "Cofre de los Recuerdos" que a principios de los años 70' pude identificar a los originales interpretes de los boleros que mi madre sigue cantando. Ese programa se trasmitía a partir de las 9 pm., en Radio Victoria y luego emigro a Radio Cora, actualmente sólo se trasmite en am.., allí supe que Gregorio Barrios (El Rey del Bolero) fue el primero en cantar esos mitológicos boleros: "Inolvidable" y "Dos Almas", Leo Marini (La voz que acaricia) lo hizo con "Llanto de Luna" y "Somos", Fernando Torres "Cobardía" y "Abrazame así", Hugo Romaní "Anoche hable con la luna" y "Esta noche o nunca", Genaro Salinas (La voz de oro) "Traicionera" y "Te vas de mi", Fernando Albuerne "Prohibido" y "Tienes", nuestra Fetiche con "Sola", la sensación jarocha Toña la negra "Cenizas" y "Aventurera", Lucho Gatica "Contigo a la distancia" y "La Barca", la mexicana María Victoria con "Mil besos", y ese huracán con faldas que es Olga Guillot con "Miénteme", "Tu me acostumbraste", "Como en un sueño" y "Delirio", en esos años los entonces cantantes del momento como José José hizo una nueva versión de "Contigo a la distancia", Yaco Monti también actualizo "La Barca", Roberto Carlos hizo sentidas nuevas versiones de "Abrazame Así", "Inolvidable" y de los tangos en baladas: "El Día que me quieras" y "Volver", en los 90' Luis Miguel tuvo gran éxito con los boleros, no sólo él sino hasta Daniela Romo y la brasilera Simone, alguna vez escribí en un artículo sobre el bolero que finalice indicando que esas añejas canciones de tiempo en tiempo vuelven en nuevas voces y arreglos musicales para demostrarnos que son eternas . . . este breve recuento quiero hacerlo parafraseando a Hugo Romaní: Quiero escaparme con la vieja luna, en el momento en que la noche muere .

JL

Anónimo dijo...

Hmmmm un poquito cursi el título, pero doy fe que si hay algo que
caracterice a mi amigo son el Pisco y los boleros.

JP