En la primera mitad de los noventas era casi natural visitar todas las tardes a Iván Antezana. Él, desde su bunker de San Borja, mantenía un control magistral sobre su música, el diseño gráfico y la diagramación, tareas que nos servían para los encomiables propósitos editoriales de esa época en Letras de la Católica. Esta canción corresponde a esa época de recuerdos, a las jornadas musicales, al descubrimiento de su colección y sus pininos en el conocimiento iluminado de los mangas y animes al lado de su hermano Rafael.
Gracias a Iván, quien ostentaba un extraño y entremezclada fascinación por géneros y ritmos variados, descubrí este tema con el gran Lalo Rodríguez, incluido en el álbum Fireworks de 1986, junto con Machito y su Orquesta.
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