Hay clásicos que nunca son olvidados o postergados, felizmente, por el gusto del colectivo. Y mucho menos de los que tenemos habitado el virus delicioso de la locura del coleccionista. este es el caso de Olga Guillot y su bolero Miénteme, aquel que la diera a conocer al mundo entero y que le reservó un espacio eterno en el pedestal de las divas más grandes de la música.
Hay quienes, osando ser detractores de la Guillot, esbozaron socarronamente que como cantante era una buena actriz, y no les falta razón, pero para bien. En efecto, nuestra cubanísima Olga tuvo a cuestas estudios de arte dramático, lo que a destacó desde sus inicios como una intérprete más allá de cualquier comparación y remota idea de copia. Lo suyo era definitivamente propio.
Y el tiempo le dio a razón, de lo contrario no hubiéramos atestiguado con nuestros antecesores en el recorrer de la vida que su figura fuera seguida, por no decir imitada, por varias cantantes femeninas que intentaban seguir el dramático estilo de la Guillot.
Gracias Santiago de Cuba por regalarnos a Olga Guillot.
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