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miércoles, 29 de octubre de 2008

El Dia de la Cancion Criolla


A pesar del paso de los años y la arremetida insolente de las festividades extranjeras, todavía queda espacio para celebrar una fiesta tan nuestra como los picarones y los anticuchos. Y ese espacio se va haciendo más grande. Qué bueno. En las líneas que siguen un recorrido personal, diferente, por esta vieja tradición limeña de salones y callejón, de vestido largo y destapador de cerveza, de mantel largo y banquita agachada, porque la canción criolla se lleva en la sangre.

Todavía recuerdo las tardes amenas que pasaba yo en Huacho con mi mamma Oli, con guitarra en mano, cantando a voz en cuello. Su favorito era Olga, que hacía honor a su nombre aunque de letra no tan halagadora. Me arrepiento de no haber grabado esos ensayos, pero no importa, todos esos recuerdos los llevo en el corazón. Esa fue la chispa que disparó mi sentido del gusto por la canción criolla, entre discos de vinilo, cumpleaños y familia, o con mis clases de guitarra con don Fernando Tafur, mi maestro querido. Por esos años, como recuerdan mis amigos de colegio, tuve la dicha de ganar los Juegos Florales del Maristas, acompañado extraordinariamente por la primera y extinta guitarra de Huacho, Papo La Rosa. Lo recuerdo bien, fueron Amargura y Todos vuelven, los valses de Laureano Martínez y César Miró, respectivamente. Se vivía sentido de criollismo, tradición y hospitalidad.

Años después, con la oportunidad de tomar clases con el maestro Jorge Madueño Romero llegó también el respeto por la música y el conocer a mucha gente vinculada. Conocí a Frank Edgar, ese excelente bajista que gustaba de criticar duramente al criollismo por su simpleza estructural y su escasez de recursos armónicos. Quizás razón no le falte al buen Frank, y sea por eso que no se ha podido avanzar más en el difícil tránsito hacia la fusión o la renovación rítmica del valse criollo, quizás sea su tundete clásico o su ritmo de ¾ el que lo haga tan limitado, pero qué rico es bailarlo apretaditos y cadereantes, no?



En la PUCP tuve la suerte de conocer a varios entrañables amigos criollos, Carlos Anicama, Mauricio Nair y Daniel Parodi. Qué jaranas se armaban en la Cafeta de Letras, en la cancha de fútbol o en el jardín del CAPU en esa época. Había mucho ambiente criollo en esos años, la gente se distraía musicalmente, pero no se perdía de vista el sentimiento tradicional, quizás por dar la contra a lo foráneo, tal vez por contestar de alguna manera, pero ciertamente estábamos alucinantemente embebidos de emoción criolla y de cervezas, por qué no.

Ya hoy, con un desgaste natural de las cosas importadas, la canción criolla retoma su lugar preponderante, envuelta en un ambiente de sentimientos patrióticos, de buena comida peruana y de piscos acholados. Aunque haya de los otros, los que siguen al margen de la realidad que nos ha tocado vivir –porque no encuentro otra manera de entenderlo-, los que nos erizamos la piel con un valse criollo o un landó bien cantado seguimos dando batalla, con una marinera limeña bien guapeada o una polka mejor bailada -como Dios manda- y disfrutando de lo nuestro. La jarana es con cajón, con cucharas y con guapeo, como dicta la tradición, con su aguadito bien picante, como manda la razón.

Y para la fiesta de hoy, los Embajadores o Fiesta Criolla. Y si de jarana se trata, Victoria Santa Cruz o Alicia Maguiña, como era antes de que todo fuera contaminado y distinto, como cuando las mejores jaranas criollas se festejaban en cuatro puntos de Lima: Barrios Altos, La Victoria, el Rímac y Montserrate, donde se componían las canciones que hoy conocemos como clásicas. Porque el criollismo, parte fundamental de la tradición peruana, nació en cuatro puntos cardinales de Lima. Muchos de los artistas representativos de antaño animaban las fiestas con sus valses. La diversión en los barrios no tenía cuándo acabar.

Quizás la respuesta a tantas preguntas por nuestra esencia esté en advertir aquellas cosas de las que renegamos o a las que renunciamos concientemente para ser otros, distintos, simplemente para dar la espalda a la realidad y viajar insulsamente a cualquier lado que no sea el Perú. Y donde quedan Pinglo y los demás? Dónde Lucha Reyes y la Chola Jesús? Ahora creo que ya sabemos en qué momento se jodió el Perú, no es verdad?


Salud con pisco!

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