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domingo, 19 de octubre de 2008

"... por que no sabe amar ..."


Otto e mezzo es quizás una de las más autobiográficas películas del maestro Fellini, y Mastroiani es la metáfora hecha persona, logrado a cuerda de locura y trabajo, moldeado por el genio incansable del director y la magia propia del artista que amaba el cine. Ambos lo amaban, para decir la verdad completa. Y ese amor se traslada al cine en esta cinta que, contando ya con 45 años de realizada, no deja de sorprendernos y decirnos siempre algo sabio, como corresponde a los genios incomprendidos.


Mi acercamiento a Fellini se remonta a los "Jueves Culturales" de la PUCP en la década del noventa. Por esos años, mi búsqueda incesante de nuevas experiencias me llevaba a oir, ver y probar de todas las fuentes. Hice de Jr. Quilca mi centro de operaciones y de los amigos bohemios mi círculo predilecto. Y fueron años de sentido aprendizaje. Pero fue LA STRADA la que me marcó, como a muchos. Ver a Anthony Quinn convertido en un hombre de circo, envuelto a la alegorìa gigante de la vida misma que Fellini nos quiso mostrar, fue una provocadora revelación.

Pero Fellini es mucho más. Dueño de un universo muy personal y de un estilo extremadamente libre, este director cuidó siempre, además de lo profundo del contenido de sus metáforas, de lo estético de sus imágenes, ofreciendo una fotografìa sobresaliente en casi todas sus películas, incluso en aquellas tan criticadas posteriores a 1965. En 1993, poco antes de su muerte, recibió su quinto Oscar al conjunto de su carrera en una conmovedora ceremonia en la que estuvo flanqueado por Sofia Loren y Marcello Mastroianni, sus dos más célebres actores, y su esposa, Giulietta Masina.

En Ocho y medio encontramos a Güido Anselmi, un director inmerso en una crisis creativa crucial, que lo lleva a un desvarío imaginario junto a sus propios fantasmas interiores y que lo postra en la locura de sus propias ideas. Anselmi está solo, quiere estar solo, y busca una respuesta en las visiones que invaden su mente, confusas, laberínticas, iluminadas, recuerdos de una vida, sueños fantásticos y oscuras imágenes de un futuro nebuloso.

Hay dos momento claves en la película, a mi modo de ver: el diálogo con Claudia en el auto, que es de una magistralidad filosófica única; y la escena final debajo de la mesa en la que Mastroiani se luce hasta el vértigo mismo.

En la primera, una pregunta clave aborda a la bella coestrella. "Podrías dejar todo y empezar tu vida desde cero?". Y sigue toda una retòrica sobre el amor y la figura egocèntrica del director recreado en la cinta.


En la segunda, Anselmi no puede escapar eternamente, y se ve obligado a participar en un grandioso refrigerio organizado por los productores de su película. Cae presa del pánico: no sabe qué contestar a las preguntas y busca instintivamente refugio debajo de la mesa, símbolo del último acto de su ocaso humano y artístico. Sin embargo, cuando todo parecía perdido, las visiones que hasta entonces lo habían atormentado adquieren una resplandeciente claridad: éste es la llave de vuelta de la película. Todos juntos, los fantasmas de su conciencia reconstruyen un mosaico hecho de verdad y belleza, a través del cual renace el placer mismo de la vida y de todo lo que ella contiene. Con una marcha circense, la película finalmente puede comenzar.


Otto e mezzo ganó 2 premios Oscar de la Academia: Mejor Película Extranjera y Mejor Vestuario. Además, ganó el Premio del Festival de Cine de Moscú. Estuvo igualmente nominada a muchísimos premios extranjeros.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te felicito Fernando, escribes muy bien y vi el pedazo de la pelicula que publicas que realmente es extraordinario, tratare de ver a Fellini en el futuro. Un abrazo y que sigan los exitos

JULIO

Anónimo dijo...

Interesante lo de los dos personajes. No he visto la película, pero por tus comentarios me parece que es buena.



Por otro lado, cómo me gustaría pasar esa semana especial en Lima, en su Gran Semana. Algún día será, compañero. Aunque talvez no coincida con esa celebración.



Saludos,



Lic. Herber Urrutia